Parece mentira, pero en mis veintidós años nunca me había detenido a observar como corretean las caracolas mecidas por la corriente del mar. No había disfrutado con simples y cotidianos actos de la naturaleza, que por ello, no los hace menos extraordinarios o sorprendentes. Ahora soy libre de hacerlo, mi mente no se siente presionada por la prisa inagotable de lo que debo hacer. Disfruto el presente, lo acaricio y me pierdo en él. Me paso noches viendo como pequeñas arañas tejen su cuerda de funambulismo, pasmada ante su rapidez y agilidad haciendo y deshaciendo, rectificando, subiendo y descendiendo para lograr una maravillosa red aniquiladora.
Ira y Rebe, me acordé un montón de vosotras!km y km de playa! |
Por lo que me han dicho, en nuestro querido Mediterráneo las hay por doquier, pero yo jamás había visto tantas estrellas de mar como en Ganpatipule. Quizás sea porque estoy predispuesta a ser feliz, porque estoy relajada, porque aspiro cada segundo y cada detalle, que lo hago asombroso. Quizás. Pero este pequeño pueblo ha hecho durante un fin de semana mis delicias.
Con un refrescante coco, sobre una arena blanca y con las olitas del mar arábigo mojando mis pies me di cuenta que aunque la felicidad compartida es inigualable, disfrutar y divertirse con uno mismo no tiene precio. Sola y feliz, nunca lo habría imaginado. Mi mejor amigo no es mi perro, soy yo.
Mi primer baño en el gigante y peligroso charquito de pipi llamado arábigo fue adictivo. No sé si todos los presentes pensarían que es una tradición occidental la de correr gritando y cantando por la orilla, la de desplomarse sobre las olas y reírse tan alto que haces callar al mar. Desde luego fue todo un bautizo.
Pero ya sabéis que cuanto más tienes, mas quieres. ¿Por qué conformarme con el dulce sabor de la perfección si puedo rozar lo idílico? El día tuvo su guinda con un extrasensorial tratamiento ayurveda de 90 minutazos de placer. Embadurnada de aceites con hierbas me masajearon a cuatro manos todo el cuerpo, de cabeza a pies. No sé si ahora tendré un pelo más largo, una piel más joven o una vida más sana. Sé que logre un pasaje durante hora y media al edén.
Comer unos ricos camarones en la playa, bajo una sombrilla, con un increíble lassi de postre y poder tirarme horas leyendo y escribiendo mientras juego con los deditos de mis pies en la arena es todo lo que pido para mi jubilación. Pero tal y como me cuentan nunca llegare a jubilarme, asique menos mal que ya lo he disfrutado, ¡y que me quiten lo bailado!
escribiendo al kiwi y planeando comprar tierras y no volver jamas |
Ganpati temple, por supuesto dí la vuelta a la colina tradicional! |
Eso sí, Ganpatipule no está al alcance de los más débiles. Para llegar tuve que pasar la dura prueba del “autobús de la pota” o “autobús carcelario”, como gusten. Ocho horas en las que estuve más que a punto de morir despeñada mientras todos y cada uno de los pasajeros iban vomitando por la ventanilla. Y yo, con mi mp3 a tope, sin parar de disfrutar de los valles, montañas y pueblitos que íbamos dejando atrás.
¡Una buena celebración para mi primer mes en la india! Desde aquí hago un llamamiento para aquel que sepa cómo detener el tiempo, no quiero marcharme jamás.
This world go crazy, it´s not fatality